Los peques crecen
Un día saliendo de un estacionamiento con mis dos hijas muy pequeñas me encontré a un ropavejero con su carrito del super lleno de todo tipo de trastes que me dijo “ah los hijos, de pequeños uno se los quiere comer, de grandes uno desea habérselos comido!” Me quedé estupefacta, no sabía si reírme, contestarle, o salir corriendo. Me reí y medio contesté y luego me quedé pensando “que tremendo es que piense que hubiera sido bueno haberse comido a los hijos” y lo dejamos.
Ser cuidador de un hijo con TEA es estar pendiente de todo lo que le ocurre. Quiero evitarle cualquier dificultad y ayudar a sobrellevar cualquier reto. Eso me convierte en la mamá más divertida del parque llevando un sinfín de juguetes y experiencias para compartir con otros niños, somos las que prepara un super disfraz, estamos sumamente al pendiente de todo lo que tiene que suceder en el cole y le llevamos a terapia para cubrir cualquier déficit que pueda tener.
Sufrimos cuando se equivoca o algo no funciona e intentamos resolverlo por ellos, hablando en clase, invitando amiguitos, comprando el juguete que todos quieren (aunque él no muestre interés)…
Cuando doy ayuda y funciona estoy feliz y lo celebro y lo sigo haciendo. Es un reflejo natural el querer ayudar. El tema es que los peques… crecen. Y la ayuda se convierte en obstáculo para crecer.
Todos los seres humanos aprendemos de nuestros errores, es ley de vida. Seguramente aprendimos que no hay que dejar el coche sin casi gasolina pues donde pensaba cargar puede haber obras y la próxima gasolinera está lejos… (un ejemplo que me contaron jejeje). Los chicos aprenden de lo que viven, pero sobretodo aprenden de los errores que supieron valorar, darse cuenta del error y que pudieron corregir.
Con niños típicos esto nunca es tema, basta ver a un papá enseñándole a su hijo a andar en bicicleta: primero está con el y le explica que hay que pedalear y la bici tiene rueditas. En cuanto tiene un mínimo de competencia el chico ¡bum! sale una de las rueditas, en cuanto lo veo mas o menos confiado, le quito la segunda y lo apoyo con mi brazo, corriendo detrás de él mientras pedalea.
Una vez que lo sentimos mas o menos estable (o ya no tenemos aire) lo soltamos y ellos siguen … hasta que se dan cuenta que están solos y ¡pum! se caen. Vamos por ellos, les felicitamos y otra vez y otra, hasta que son maestros ciclistas. El error, el caerse, el irse a un hoyo, el no evitar a un peatón, el rasparme la rodilla, el caerme por cargar mucho peso de un lado, son todas experiencias duras, pero necesarias para aprender a andar en bici… Y al verlas como parte del proceso, los chicos aprenden que equivocarse no es el fin del mundo, que es como todo se aprende y se desdramatiza.
Ahora, cuando estamos ayudando y no evolucionamos la ayuda, nosotros tomamos toda la responsabilidad, les damos el mensaje que “ellos no pueden” y pierden el ímpetu de la iniciativa, de la curiosidad, de tomar riesgos.
Los chicos crecen, nosotros también y necesitamos todos que crezcan en autonomía y experiencia para que puedan ser adultos que necesiten mínima guía y ayuda.
Es muy fácil pensar “es que cuando yo lo hago es más rápido y está mejor hecho”. ¡Claro! nosotros somos adultos expertos, pero nadie nace sabiendo. Incluso nosotros pasamos por aquellos días cuando nos picaba la cabeza por tener aún jabón que no enjuagamos correctamente. Nos ha dado frío ponernos la camisa con gotitas de agua aún sobre la espalda, hemos probado algún plato salado por ponerle sal antes de probarlo… Los errores ilustran. Y nadie encendió el coche por primera vez hizo los cambios de velocidades sin problema, salio sin duda a la carretera, estacionó y de regreso. Todo se construye poco a poco.
He visto papás que limpian el trasero de sus hijos en los 20’s siendo perfectamente capaces de hacerlo, mamás que acercan la silla de su hija a la mesa a los 10años, chicas de 15 que jamás se han cortado las uñas, hombres de 30 que nunca han encendido la estufa o se han pasado el peine por la cabeza.
Claro que es más rápido hacerlo nosotros, pero hay que guiar, enseñar, motivar, alentar. Doblar toallas, poner la mesa, lavarnos las manos la cabeza, o los dientes. Comencemos con el ejemplo, les vamos guiando y muy conscientemente les vamos retirando la ayuda hasta que logren hacer lo que les pedimos de modo autónomo.
Tener un hijo con TEA es tener un pedacito de vida con una esperanza de vida normal. Es nuestra responsabilidad y orgullo darles herramientas para vestirse, acicalarse, arreglar su habitación, guardar y lavar su ropa, y todo lo que les podamos enseñar. Alguna mamá me ha dicho que su “hijo no es su esclavo ni su servidor” que no lo va a poner a limpiar su casa, pero me gustaría recordarle que ése niño será un hombre que tendrá que vivir en algún momento sin ella y que será mucho más fácil para él tener conocimiento de cómo funciona una casa.
Además que dicha saberle autónomo y capaz de gestionarse.
Comienza con cosas sencillas y déjate sorprender por su capacidad.
Paty de la Garza
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